ESTEREOTIPOS DE GENERO
Comparto uno de mis trabajos que presente en mi cursada de diplomatura de genero, lo que se pedía era elegir un agente socializador de genero que produzca un cambio, una ruptura, respecto de los estereotipos hegemónicos a través de una obra de arte, un video etc. Elegí una imagen, el afiche de la película Alanis de Anahi Berneri protagonizada por Sofia Gala Castiglione.
La imagen elegida es el afiche de la película argentina
Alanís, que fue dirigida por Anahi Berneri e interpretada por Sofía Gala
Castiglione. En una sinopsis breve, la película trata sobre tres días en la
vida de una joven mujer, madre, socialmente vulnerable, que trabaja como
prostituta.
Desde tiempos remotos hasta el día presente, no hay cosa
más ligada al concepto “mujer” que la maternidad.
Culturalmente en nuestra sociedad siempre vemos
publicidades, películas y hasta en la vida cotidiana que se presume deseada, en
un marco de felicidad y alegría, “una bendición”, palabras que se repiten mucho
en estas circunstancias. A través de la
familia, la escuela, las religiones y los medios de comunicación, en tanto
agentes socializadores, se nos enseña a las niñas, adolescentes y a las mujeres
los roles y estereotipos por nuestro sexo al nacer y el género que se nos
asigna con él “Los cuerpos solo son reconocidos como humanos en cuanto
productores de óvulos o espermatozoides para ser ubicados dentro de una cadena
de producción/reproducción fordista de la familia y por extensión de la nación,
de la corporación, del humanismo terráqueo” (Manifiesto Contrasexual, Paul B.
Preciado,2da edición,2011,página 32) :que tendremos relaciones heterosexuales,
que tendremos hijos, cómo debemos ser mujeres, cómo debemos ser madres: “Desde
discursos al interior de la familia o escuela que indican los comportamientos
propios de una “mujer”, pasando por los mensajes constantes de los medios de
comunicación que nos muestran cómo vestir, cómo limpiar, cómo cuidar la salud
de nuestres hijes..”(Feminidades y Masculinidades, Mag. R. D., Lic.
C. A)
La elección de la
imagen tuvo que ver con lo “anti hegemónica” que es en cuanto a todo lo que se
nos ha enseñado durante nuestros primeros años sobre el tema. Apenas uno la ve,
algo resulta chocante, algo parece no concordar con esas imágenes de la
maternidad que se nos han ido dando a los largo de todo el proceso de
socialización, y sobrepasando aquel, a través de la historia misma en grabados,
cuadros y todo otro medio pertinente.
Ya que la imagen está en un contexto frio, sin los
acostumbrados muebles, o almohadones, cosas confortables con las que solemos
ver representaciones de este tipo, no se observan juguetes, ni accesorios comunes
a la presencia de un bebe, tampoco la postura de ella es la habitual al momento
de dar de mamar, está sentada con la espalda recta, en una silla y con las
piernas abiertas con una mano firme apoyada en su pierna.
Tampoco parecen observarse en su actitud, de manera
convencional, toda esa serie de “cualidades femeninas “que nos son asignadas
habitualmente a las “mujeres madres”, como la ternura, el amor, los cuidados.
Lo disruptivo de la imagen es que se ve a la vez la imagen de una madre y la de
una mujer sexualizada (como si no fueran lo mismo dado el hecho, pero sin
embargo no es como se nos muestra a través de los agentes de socialización),
sin esa mirada dulce dirigida a su hijo sino una mirada al frente, desafiante.
También la elección tuvo que ver con los hechos sucedidos
a la hora de su presentación en su país de origen, ya que la película solo pudo
exhibirse en tres salas, debido al tema que trataba y a ese afiche elegido,
algo que contrasta muchísimo con la acogida que tuvo la misma, en los círculos
cinematográficos internacionales donde recibió premios y nominaciones
importantes, en La Habana, Toronto, San Sebastián y en Argentina mismo.
Trabajamos en esta Unidad, sobre las esferas
publica/privada en relación al trabajo remunerado y no remunerado, las tareas
de cuidado. “El juego de presencia/ausencia de las mujeres (están en esferas
movidas por lógicas contrapuestas por lo que una presencia plena, simultanea es
imposible en sí) y por remarcar la ausencia de los hombres, el Estado y los
mercados en las esferas donde se asume la responsabilidad de sostener la
vida...” (Subversión feminista de la economía, Amaia Pérez Orozco, 2014, página
65), y el retrato de una mujer, madre y prostituta de clase social baja, hace
pensar en todo aquello y como se inscribe en la realidad de mujeres como esta,
que como todas las demás debe moverse dentro de ambas esferas, la pública para
trabajar, la privada para ocuparse de su mantención y la de su hijo, en un
contexto social de total vulnerabilidad. Para sumar complejidades su propio
cuerpo es público y privado; y esto no es un factor menor en un mundo que
pretende ubicar a las mujeres en “su lugar”.
La palabra que usaron la directora de la película, como
varios artículos aparecidos en distintos medios gráficos, fue que el afiche
“escandalizó” y por esa razón no se proyectó en la mayoría de las salas de cine
y en una de ellas, donde se exhibió, no se colocó el afiche. Otras salas
exigieron que se utilizara otro, a lo que se accedió y aun así terminó por no exhibirse.
Interpreto estas acciones como un “castigo”, como el costo a pagar por no
cumplir con todas esas reglas, mandatos y estereotipos que la sociedad nos
impone tal como nos ha sido enseñado y repetido hasta el cansancio.
Todas las instituciones nombradas se toman el minucioso
trabajo de socializarnos como hombres y mujeres, en un sistema binario que no
deja opción. “ La narrativa psiquiátrica y psicoanalítica dominante y su
economía genital binaria funcionan como dispositivos clínicos que acompañan al
régimen colonial heteronormativo definiendo instancias de patología y buscando
un tratamiento normalizador frente a la ansiedad y al dolor psíquico que
generan la epistemología de la diferencia sexual y su régimen de poder y
conocimiento: “Acepta que eres hombre o mujer” dicen el psicoanálisis o la
psiquiatría farmacológica, “Asume tu heterosexualidad o tu homosexualidad”;
“cambia de sexo si quieres, pero elige un sexo” ( Manifiesto Contrasexual, Paul
B. Preciado, 2da edición, 2011, página 26).
Tomando en cuenta que directora y protagonista son
mujeres, que ambas tienen conocidas posturas feministas y miradas de género, no
puedo dejar de pensar que la negación a proyectar el film en cuestión es un
poco una forma de disciplinamiento tal como lo expresan Mag. R. D. y la
Lic. C. A. en Feminidades y Masculinidades , cuando subrayan que no se trata solo de atribuirnos características a las
mujeres sino que lo que importa es señalar el costo que se debe pagar cuando no
se cumple con ellas.
Este costo muchas
veces está relacionado con formas “correctivas” que casi siempre implican
cierto grado de violencia. Desde la violencia más sutil a la más explícita y
brutal, dependiendo de cuanto hayamos transgredido aquello que no se nos
permite culturalmente.
También es relevante señalar que mucha de la oposición
que se puso en relación al afiche de la película tuvo que ver con la exposición
de los senos, según dichos de su directora.
Al respecto cabe decir o al menos hacer notar la conducta
claramente diferente que toma en general la sociedad (en este caso hablo de la
sociedad argentina porque es la que conozco) sobre la exposición de los senos
femeninos. Cuando esta se da en el contexto de una situación erotizante, la
mujer como objeto sexual, ya sea en medios gráficos o audiovisuales e incluso
en la vía publica, parece no molestar a nadie, sin embargo cuando la exposición
sucede en situación de amamantamiento o en el marco de alguna protesta
feminista, es severamente criticada cuando no directamente reprimida. Como si
hubiera un acuerdo tácito acerca de que los cuerpos femeninos están para
erotizar y dar placer visual a los hombres, pero no para “usarlos” para otros
fines. Una manera de despojarnos de la soberanía que todo ser humano tiene y
debe tener sobre su propio cuerpo. Ya hemos visto como a lo largo de los
milenios el cuerpo de las mujeres fue apropiado por los hombres y luego también
por los Estados, pero es hora de recordar que estamos ya en el siglo XXI y no
debería existir ninguna discusión acerca de cómo usamos nuestros cuerpos